LA HORA ROJA
LA HORA ROJA Estaba descalzo. De eso sí me acuerdo. Porque en las plantas de mis pies sentía el calor del pavimento; me llevaban caminando. En la boca sentía como si la lengua hubiera aumentado de tamaño hasta convertirse en una pelota de tenis. Ah, recuerdo las épocas de jugar al tenis con los otros tripulantes. Me alegro de todo lo que puedo recuperar en mi memoria. Lo que recuerdo es tan cierto como lo que me llevó a olvidarme de todo. Sí. Ellos se burlaban de mi desnudez, de mi fragilidad, de mi convalecencia. A todos los que arribamos aquí con la misión de observar los métodos para vivir sin oxígeno ni líquidos, nos capturaron. Estaban metidos en sus pequeños capullos, esperándonos. Sin oxígeno ni agua. Eso nos dejó vulnerables y temerosos. Supongo que todos están muertos, menos yo. Estoy escribiendo esto en una habitación de color rojo, de suelo esponjoso. Y me obligaron a hacer un pacto: dos jarras con agua por día. ¿O es sangre? Es lo que me ofrecieron a cambi...