la madrugada
en su infancia aún
propone abrir los ojos de ciervo
la amarilla lágrima erecta de una vela es apagada
molesto e impredecible apagón de la noche anterior
culpa del viento furioso
que azotó las cerradas ventanas con orgullo de temporal
ahora es momento de devolver valores a libros y cuadernos
y la siempre siniestra imaginación
comenzando a gatillar en falso
las lapiceras obesas de tinta espesa crujen entre dedos tuertos
el hombre que teje palabras
con el ritmo de su propia respiración
persigue la desdicha en cómodos sillones
vocales y consonantes
nada escrito está jamás a la misma altura que el lenguaje
y el atardecer no deja de caer en mí
el viejo medallón dorado no quiere apresurarse detrás de las piedras.
en su infancia aún
propone abrir los ojos de ciervo
la amarilla lágrima erecta de una vela es apagada
molesto e impredecible apagón de la noche anterior
culpa del viento furioso
que azotó las cerradas ventanas con orgullo de temporal
ahora es momento de devolver valores a libros y cuadernos
y la siempre siniestra imaginación
comenzando a gatillar en falso
las lapiceras obesas de tinta espesa crujen entre dedos tuertos
el hombre que teje palabras
con el ritmo de su propia respiración
persigue la desdicha en cómodos sillones
vocales y consonantes
nada escrito está jamás a la misma altura que el lenguaje
y el atardecer no deja de caer en mí
el viejo medallón dorado no quiere apresurarse detrás de las piedras.
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