20160926

la escalera de los dioses16

Nunca tuve miedo de la calle. Me crié en un barrio de clase media trabajadora donde siempre la pasábamos en la calle.
Ahora bien. es distinto vivir en la capital de la ciudad, en pleno centro y tener más de 40 por supuesto.
Caminando de noche, a veces por el maldito insomnio. otras por andar fugitivo de mi mismo; aprendí cómo sobreviven las curiosas criaturas de la calle en la noche ciega y solitaria. Los cuidacoches, los taxistas, los dealers, los usureros y los ludópatas cerca del casino a tres cuadras de mi edificio, las prostitutas, etc.

Hay diferencias muy sutiles, pero todos estos "invisibles", diría galeano, sobreviven a costa de su propio cosmos; sus matemáticas son simples: dar y tomar. Y ttoman. Cocacola, cerveza, petacas de licores, cocaína barata. fuman marihuana y tabaco impulsivamente. Todo esto para atravesar la noche y sus existencias cobrarían sentido común.
En una esquina me puse a charlar con jorgito, un cuidacoches común y corriente, mientras lavaba una camioneta lujosa.
- vosabé víctor -me decía- acá la cosa es la moneda, loco. Hay que hacer una moneda para la birra y otra para la alita y otra para llevar a la casa..
- cuánta guita te llevás?-le pregunté.
- unos 500 pesos en una buena madrugada. Algunos no te dan nada igual -admitió jorgito- pero otros te tiran 50 mangos ponéle..

Mariana, una puta tuerta, que es famosa entre todos por su habilidad para robar, me la encontré fumando y me le acerqué.
- cómo andás?
- bien y vos víctor, qué haces a esta hora por acá?
- nada -confesé- solo estoy solo y no busco nada más que esto..
Mariana se rió.
- cómo? jajajaja..
- sí. no te rías. Estoy yendo de acá para allá porque estoy aburrido, nada más..
- tenés faso?
- no.
- querés?
- bueno dale.
- gordooo! -gritó Mariana- traéme un fa..
El gordo se acercó lentamente como un caracol. Se notaba que le costaba caminar. Tenía una galaxia de granos en la cara. Debería andar por los 30 años más o menos. Mariana encendió el porro y me lo pasó.
Para qué. Dos pitadas me dejaron hablando sin parar y reflexionando sobre la humanidad, examinando la geometría de los rostros que pasaban o que se acercaban a Mariana...
En un momento ella se paró y se fue con alguien, no me di cuenta mucho. La cosa es que me encontré solo en la calle mirando asombrado como las adolescentes deambulaban para entrar al boliche "la reversa", a pocos metros de donde me encontraba.
Algunas de esas jóvenes mujeres estaban buenísimas, pensaba.
Asíque, dejé los invisibles atrás por el momento y volví a mi departamento. Un verdadero agujero se abrió entre mis piernas y las baldosas. Necesitaba desesperadamente un trago pero me lo negó mi situación financiera. Eran casi las once de la noche; los taxis estaban enfilados apuntando hacia la avenida san martín.
Y así, in ninguna razón en particular, me acerqué a un taxi y le pregunté al chofer cuánto me costaba ir hasta godoy cruz.
- y.. más o menos 50 mangos -me dijo con cierto fastidio en su voz.
Le agradecí y me disculpé y me hice pájaro.


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